junio 22, 2020

El Paradero de Natali: Parte II

          Estaba amaneciendo en Bahia del Wuhan, el Sol, la estrella casi muerta apenas si alumbraba y las temperaturas del día nunca eran mayor a los cinco grados mientras que las noches hacia hasta veinte grados bajo cero. Los días eran largos y superaban las cien horas debido a la ralentización de la órbita terrestre. Brunet y Marche ignoraban el motivo de estos detalles ya que no tenían noción precisa de los hechos que tuvieron lugar en la tragedia que aconteció en Bahía del Wuhan. 
          Aquella mañana la única preocupación era tratar de llegar a la Biblioteca Rivadavia en busca de algún indicio del paradero de Natali, que llevaba casi un año desaparecido. La niebla espesaba, y la ciudad parecía una entidad fantasmagórica que rehuía al advenimiento de la vista, pero eso no impidió que Brunet pudiera ver un nomenclador destruido en el costado de un cantero, donde pudo adquirir una referencia de la situación geográfica en la que estaban; el nomenclador decía ''Estomba 1800'' y si la memoria no fallaba tenían por delante un largo camino por recorrer.
          La angustia roía la integridad emocional de Brunet y Marche, no podían entender lo que ocurría, todo estaba vació y derruido, las casas, los jardines, las veredas, los automóviles, la ciudad entera era una manifestación de la ruindad y la destrucción; por las calles podía verse los objetos que antes tenia dueños, y que ahora pertenecen a la historia de la extinción civil; valijas, ropas y otros objetos se vislumbraban a través de puertas abiertas y patios traseros, todo parecía conectado en aquella fauna olvidada que solo prometía lo incierto y desconocido como hálito de supervivencia.
          Calles mas adelante, a lo lejos, escucharon un motor que parecía acercarse y luego alejarse, no sabían si sentir miedo o desconcierto, pero el estupor hizo que se quedaran estupefactos esperando. En ese instante Marche vio en la entrada de una casa y bajo un árbol, un brillo extraño. Acercándose dilucidaron que en el escalón de la entrada a aquella casa había una botella de vino tinto y una suerte de ofrenda sobre un mantel rojo con un delicado pliegue que tenia un símbolo extraño dibujado en tiza sobre el. Decidieron entrar en la casa pero antes de que su iniciativa tuviera éxito, comenzaron a oír nuevamente el sonido de lo que era una motocicleta que se dirigía hacia ellos a una gran velocidad. Huyeron a toda prisa ya que aquel imprevisto amenazaba con su existencia, pero sin mucha suerte porque aquel conductor, persuadido de la presencia de Brunet y Marche, freno y comenzó a hablarles.
          –¡Eh!, acérquense!. ¿Buscan el paradero de Natali verdad?. Yo se donde esta.
          –¿Donde esta? pregunta Brunet con sorpresa por la aparición de aquel sujeto.
          –Fue a ver a Cavernario en las inmediaciones de Tornquist para consultarle sobre alguna cuestión hallada en la biblioteca Ricadavia. Solo ando de paso, me hablo de ustedes, no me costo reconocerlos. Mi nombre es Sgalla, Italo.
          Aquel día continuo, Natali vivía y Sgalla se había unido a su requisa orientando a aquellos aventureros de lo que todavía había en la superficie de vivo.