Estaba
amaneciendo en Bahia del Wuhan, el Sol, la estrella casi muerta
apenas si alumbraba y las temperaturas del día nunca eran mayor a los
cinco grados mientras que las noches hacia hasta veinte grados bajo cero. Los días eran largos y superaban las cien horas debido a
la ralentización de la órbita terrestre. Brunet y Marche ignoraban
el motivo de estos detalles ya que no tenían noción precisa de los
hechos que tuvieron lugar en la tragedia que aconteció en Bahía del
Wuhan.
Aquella mañana la única preocupación era tratar de llegar a
la Biblioteca Rivadavia en busca de algún indicio del paradero de
Natali, que llevaba casi un año desaparecido. La
niebla espesaba, y la ciudad parecía una entidad fantasmagórica que
rehuía al advenimiento de la vista, pero eso no impidió que Brunet
pudiera ver un nomenclador destruido en el costado de un cantero,
donde pudo adquirir una referencia de la situación geográfica en la
que estaban; el nomenclador decía ''Estomba 1800'' y si la memoria
no fallaba tenían por delante un largo camino por recorrer.
La
angustia roía la integridad emocional de Brunet y Marche, no podían entender lo que ocurría, todo estaba vació y derruido, las casas,
los jardines, las veredas, los automóviles, la ciudad entera era una
manifestación de la ruindad y la destrucción; por las calles podía
verse los objetos que antes tenia dueños, y que ahora pertenecen a
la historia de la extinción civil; valijas, ropas y otros objetos se
vislumbraban a través de puertas abiertas y patios traseros, todo
parecía conectado en aquella fauna olvidada que solo prometía lo
incierto y desconocido como hálito de supervivencia.
Calles
mas adelante, a lo lejos, escucharon un motor que parecía acercarse y luego alejarse, no sabían si sentir miedo o desconcierto, pero
el estupor hizo que se quedaran estupefactos esperando. En ese
instante Marche vio en la entrada de una casa y bajo un árbol, un
brillo extraño. Acercándose dilucidaron que en el escalón de la entrada a aquella casa había una botella de
vino tinto y una suerte de ofrenda sobre un mantel rojo con un delicado pliegue que tenia un símbolo extraño dibujado en tiza sobre el. Decidieron entrar en la casa pero
antes de que su iniciativa tuviera éxito, comenzaron a oír nuevamente el
sonido de lo que era una motocicleta que se dirigía hacia ellos a una gran
velocidad. Huyeron a toda prisa ya que aquel imprevisto amenazaba con
su existencia, pero sin mucha suerte porque aquel conductor, persuadido de la
presencia de Brunet y Marche, freno y comenzó a hablarles.
–¡Eh!, acérquense!. ¿Buscan el paradero de Natali verdad?. Yo
se donde esta.
–¿Donde
esta? –pregunta Brunet con sorpresa por la aparición de aquel sujeto.
–Fue a ver a Cavernario en las inmediaciones
de Tornquist para consultarle sobre alguna cuestión hallada en la biblioteca Ricadavia. Solo ando de paso, me hablo de ustedes, no me costo reconocerlos. Mi nombre es Sgalla, Italo.
Aquel
día continuo, Natali vivía y Sgalla se había
unido a su requisa orientando
a aquellos aventureros de lo que todavía había en la superficie de
vivo.