La
obscuridad era
impenetrable
en las profundidades de
aquellas
cámaras subterráneas y
Ulloa
sabia que la demencia era hija de la soledad. Los
gritos desgarradores que se oían a lo lejos daban cuenta de que
permanecer
bajo
tierra
no tenia porvenir, los caníbales humanoides
desnutridos por la soledad rondaban los pasillos en busca de su
presa. ‘’Estoy
solo’’ se dijo, ‘’Tengo que salir cuanto antes’’, y en medio de la fétida obscuridad cloacal trato de recordar cual era
el camino a la salida. Tomo un pasillo, luego otro y otro, parecía
girar en círculos pero sabia que no estaba lejos y la luz no tardo
en llegar.
Tardo
un lapso a que sus ojos se acostumbren a la luz del día, ya que
llevaba mucho tiempo viendo las paredes inhumanas
de las cloacas, su piel se empezó a irritar y pensó lo peor, pero
con el
paso
de las horas
se dio cuenta que era por la falta de costumbre de luz solar. Camino
sin rumbo, contemplando la devastación a su alrededor y sin
poder ver ningún atisbo
de vida, se
pregunto si podría encontrar algún refugio ya
que la
noche se le venia encima. Paso delante de lo que paresia ser una
fabrica abandonada y vio una silueta moverse. Observo
que era una persona buscando entre repisas de algún viejo taller y
se
acerco
con cautela para saber si su avistado
era hostil. Parecía una persona normal y fue a su encuentro. –¿Hola?
–dijo con
cierta cautela.
Su
interlocutor
se dio vuelta con atención.
–Hola
–asintió
observando
con sorpresa y preocupación a aquel personaje desgastado por
el
aislamiento
mientras
se limpiaba la grasa de las manos–. ¿Se
encuentra bien?, parece
herido
–Estuve
mucho tiempo bajo tierra. No se que decirle. –exclamo
con dificultad y desorientación mientras examinaba a Kostoff y el
lugar con cautela.
–Entiendo
–exclamo
Kostoff dándose
cuenta de que aquel sujeto no tenia noción alguna
de los acontecimientos de la superficie–.
Venga
con migo, puedo
ofrecerle un lugar de descanso.
Aquí
no es seguro.
En
aquel momento emprendieron
el viaje hacías la casa de Kostoff que se encontraba lejos de aquel
lugar, sin
embargo, este andaba en su motocicleta y aprovecho el viaje para
contarle lo que
sabia.
–Soy
Kostoff, Ignacio. –se
presento–. Usted…
–Ulloa
–dijo apresuradamente sin dejar a este terminar su frase. Hizo un
silencio para dejar que su interlocutor continué–.
–¿Cuanto
tiempo estuvo
en las profundidades?
–No
tengo noción del tiempo, quizás meses, quizás años –se
quedo pensativo y al ver que Kostoff no decía nada, inmediatamente
dijo–.
Dígame,
¿cuales es el peligro al que nos enfrentamos? –se
hizo un silencio y Kostoff respondió con seguridad–.
–Mire,
le voy a decir algo. Aquí nada es como lo era antes. Valla
mirando bien a su alrededor. Los animales son hostiles, hay
sobrevivientes que ya no responden
como
humanos y algunas
zonas
de la ciudad ya
no tienen
acceso.
Ulloa
sintió
una leve desesperanza por sus palabras y
quedo pensando que quizá nunca vuelva a
ver a sus colegas, luego
desorientado dijo.
–¿Porque
hace tanto frio? –Kostoff
suspiro sin saber que responder y dijo con cierta improvisación–.
–Prepárese,
se viene una noche larga.
Atestado
de preguntas que exigen respuestas, Ulloa sabia que no las iba a
encontrar en ese momento así que decidió esperar hasta que
el tiempo devele sus misterios.