septiembre 05, 2020

Con Paso Firme se Acercan los Trompetistas del Apocalipsis

Sgalla viajaba en un colectivo de la línea 500 hacia la ciudad, su intención era visitar a Natali: "Capaz Brunet y Ulloa se prenden y puede salir un Miravalles" pensó. El vehículo avanzaba dificultosamente al adentrarse en la espesa niebla rojiza que, desde hacía una semana, se extendía por toda la ciudad. Cada tanto, cuando el rojo de la neblina cedía, en los costados del camino podían observarse cadáveres empalados. Sus rostros, desfigurados por un dolor inenarrable, parecían devolver la mirada. 


-Los tiempos han cambiado. ¿No?-sentenció uno de los pasajeros, levantándose de su asiento. 


Sgalla contempló al individuo con cierta curiosidad; este último ostentaba una peculiar vestimenta: pantalones camuflados, borcegos militares y una remera negra plagada por cruces de malta de color blanco. La gorra de River Plate no hacía más que aportar extrañeza al singular conjunto. 


-¿Cómo estás?-dijo el hombre de vestimenta extraña, ahora parado, y añadió-: Soy Luis, probablemente hallas notado mi presencia alguna que otra vez. 


-Un limado-pensó Sgalla. La infructuosa conversación se vio interrumpida por el sonido de unos vidrios rompiéndose. Al instante, la espesa neblina se abrió paso hacia el interior del colectivo, envolviendo completamente a Luis, para luego disolverse de manera tal que parecía haber sido absorbida por el desdichado pasajero. El pobre infeliz cedió a los más variados espasmos, mientras profería unos terribles gritos, producto del más profundo de los dolores. Las articulaciones de las manos del sujeto se habían curvado notoriamente a causa del gran padecimiento. Las muecas de su rostro fueron pasando del horror, a una suerte de risa frenética, para finalmente dar la impresión de hallarse a las puertas del llanto.

-¡POBRE HOMBRE...CHÓFER...EL HOMBRE...PARE...!-gritó una jubilada.

-¡Es una falta de respeto esto...veinte años laburando en EDES para recibir este servicio!-Exclamó con voz muy grave un hombre de cincuenta y dos años, inclinándose sobre su asiento, mientras se acomodaba sus lentes para observar mejor la extraña escena.

-¡DENLE AGUA!-dijo una voz femenina desde el fondo.

-¡CHÓFER! ¿Está sordo?-Laura, feminista, veinte años.-¿Señor...qué le pasa? ¿Se siente bien? ¿Quiere llorar?-continuó diciendo la joven, mientras posaba su mano sobre el hombro de Luis.

-Me gustaría poder llorar en este momento-replicó Luis-Sucede que...estaría careciendo de lagrimales- Al pronunciar esa frase, podía apreciarse que algo en Luis había cambiado horrendamente. Ahora sus ojos se hallaban ubicados en lados opuestos de su cabeza, asemejándose a aquellos de una iguana. Incluso la forma y tonalidad de los mismos parecía recordar más a los de un reptil, quizá un camaleón o una lagartija, que a los de un ser humano. La joven gritó espantada y huyó hacia la parte delantera del colectivo. En ese momento, el intenso silencio fue quebrado por la aparición de un insecto, similar a una cucaracha, que trepaba por uno de los asientos. Luis sorprendió a todos abriendo la boca y extendiendo su lengua, cubierta de saliva adhesiva, para atrapar a la desprevenida criatura. -Va a ser un día bastante largo-pensó Sgalla, mientras su teléfono le indicaba que había recibido un mensaje de Ulloa: "Che Talito por dónde viene el bondi? Pasa por casa y agarramos para lo del Tutu". Sgalla sólo pudo reaccionar recordando la frase de Foucault que Lualdi había citado días atrás: "Hace falta ser un héroe para enfrentarse con la moralidad de la época". Un piropo deleuziano, escrito con liquid paper, podía leerse en la parte trasera de uno de los asientos: "Quiero ser esa máquina de guerra que te nomadice en un terreno liso y aterciopelado".

agosto 21, 2020

El Ermitaño de las Cremas Humectantes: Parte II

          Mauro Rivas era afamado dermatologo del partido de Torquist, lugar en el cual desarrollaba sus tratamientos con cremas humectantes. Susceptible a las energías misteriosas que emanaba aquel lugar, siempre estaba en busca de los indicios que lo condujeran a la profundización de su terapia medicinal con cremas a base de hierbas. 
          Una noche en su casa de campo vio como una especie de neblina multicolor que acaparaba el entorno y en el horizonte vislumbro tres figuras humanoides que se dirigían a él, cubierto sus cuerpos con lo que parecerían ser pieles de animales. Rivas quedo estupefacto contemplando la orquestal nebulosa de colores que rodeaba a aquellos tipos y cuando los tuvo frente a frente uno de ellos se acerco a  su oídos y le susurro unas palabras en una extraña lengua que nunca olvidara. Enloqueció instantáneamente y salio corriendo despavorido gritando incongruencias propias de la demencia. El resto de su vida la llevaría retirado en una cueva perdida en las profundidades del monte como un ermitaño.

junio 24, 2020

Comienzo del Advenimiento: Parte II

          La obscuridad era impenetrable en las profundidades de aquellas cámaras subterráneas y Ulloa sabia que la demencia era hija de la soledad. Los gritos desgarradores que se oían a lo lejos daban cuenta de que permanecer bajo tierra no tenia porvenir, los caníbales humanoides desnutridos por la soledad rondaban los pasillos en busca de su presa. ‘’Estoy solo’’ se dijo, ‘’Tengo que salir cuanto antes’’, y en medio de la fétida obscuridad cloacal trato de recordar cual era el camino a la salida. Tomo un pasillo, luego otro y otro, parecía girar en círculos pero sabia que no estaba lejos y la luz no tardo en llegar.
          Tardo un lapso a que sus ojos se acostumbren a la luz del día, ya que llevaba mucho tiempo viendo las paredes inhumanas de las cloacas, su piel se empezó a irritar y pensó lo peor, pero con el paso de las horas se dio cuenta que era por la falta de costumbre de luz solar. Camino sin rumbo, contemplando la devastación a su alrededor y sin poder ver ningún atisbo de vida, se pregunto si podría encontrar algún refugio ya que la noche se le venia encima. Paso delante de lo que paresia ser una fabrica abandonada y vio una silueta moverse. Observo que era una persona buscando entre repisas de algún viejo taller y se acerco con cautela para saber si su avistado era hostil. Parecía una persona normal y fue a su encuentro.
          –¿Hola? –dijo con cierta cautela. Su interlocutor se dio vuelta con atención.
          –Hola –asintió observando con sorpresa y preocupación a aquel personaje desgastado por el aislamiento mientras se limpiaba la grasa de las manos–. ¿Se encuentra bien?, parece herido
          –Estuve mucho tiempo bajo tierra. No se que decirle. –exclamo con dificultad y desorientación mientras examinaba a Kostoff y el lugar con cautela.
          –Entiendo exclamo Kostoff dándose cuenta de que aquel sujeto no tenia noción alguna de los acontecimientos de la superficie. Venga con migo, puedo ofrecerle un lugar de descanso. Aquí no es seguro.
          En aquel momento emprendieron el viaje hacías la casa de Kostoff que se encontraba lejos de aquel lugar, sin embargo, este andaba en su motocicleta y aprovecho el viaje para contarle lo que sabia.
          –Soy Kostoff, Ignacio. –se presento–. Usted…
          –Ulloa –dijo apresuradamente sin dejar a este terminar su frase. Hizo un silencio para dejar que su interlocutor continué–.
          –¿Cuanto tiempo estuvo en las profundidades?
          –No tengo noción del tiempo, quizás meses, quizás años –se quedo pensativo y al ver que Kostoff no decía nada, inmediatamente dijo–. Dígame, ¿cuales es el peligro al que nos enfrentamos? –se hizo un silencio y Kostoff respondió con seguridad–.
          –Mire, le voy a decir algo. Aquí nada es como lo era antes. Valla mirando bien a su alrededor. Los animales son hostiles, hay sobrevivientes que ya no responden como humanos y algunas zonas de la ciudad ya no tienen acceso.
          Ulloa sintió una leve desesperanza por sus palabras y quedo pensando que quizá nunca vuelva a ver a sus colegas, luego desorientado dijo.
          –¿Porque hace tanto frio? –Kostoff suspiro sin saber que responder y dijo con cierta improvisación–.
          –Prepárese, se viene una noche larga.
          Atestado de preguntas que exigen respuestas, Ulloa sabia que no las iba a encontrar en ese momento así que decidió esperar hasta que el tiempo devele sus misterios.


junio 22, 2020

Comienzo del Advenimiento

          Terminando su cigarrillo, Kostoff, con una mirada meditativa, mientras observaba la ventana de su apartamento, apenas oía el balbuceo emitido por su radio. Si hubiera prestado atención, se habría enterado del avistamiento de extrañas entidades en Villa Iris y Jacinto Arauz. Sin embargo, escuchar LU2 no era precisamente lo que más lo entusiasmaba. "Hay que obrar" pensó, y súbitamente se levantó para apagar la radio. Se vistió con rapidez, colocando el casco de motociclista en su brazo.  La puerta se dejo cerrar discretamente. Ahora, el silencio del vacío apartamento sólo era perturbado por el goteo de una canilla en el lavabo.

El Antagonista

          Nestor De La Iglesia avanzó de forma amenazante hacía Brunet. Los oficiales que acompañaban a De la Iglesia le detuvieron.
          –Yo me encargó del pibe, ustedes busquen al resto –gritó De la Iglesia a los policías, y mirando a Brunet, lo invitó a pasar. 
          Se dejo guiar por el ademán de su interlocutor, no sin cierto temor. Ambos continuaron caminando por calle O'Higgins. Se detuvieron frente a las puertas del edificio de Canal 9. De la Iglesia emitió un bramido extraño, y Brunet pudo entrever las branquias y escamas en el cuello del ex periodista. Las puertas se abrieron muy lentamente con un crujido siniestro.

El Ermitaño de las Cremas Humectantes

          ...un druida de la tribu de los avernos. La habitación de Cavernario era un extraño mosaico de utensilios, procedentes de diversas tradiciones esotéricas. En la pieza podían verse desde rocas con inscripciones rúnicas, un mazo de tarot, el bastón de un mago tibetano, un tratado cabalístico y una pipa ceremonial, la cual contenía un tallado tan enigmático que desconcertó a Natali.
          –¿De donde proviene?
          –Polinesia –replicó Cavernario, mientras revisaba los estantes de su biblioteca. Afuera, la lluvia no detenía su intensidad.

El Paradero de Natali: Parte II

          Estaba amaneciendo en Bahia del Wuhan, el Sol, la estrella casi muerta apenas si alumbraba y las temperaturas del día nunca eran mayor a los cinco grados mientras que las noches hacia hasta veinte grados bajo cero. Los días eran largos y superaban las cien horas debido a la ralentización de la órbita terrestre. Brunet y Marche ignoraban el motivo de estos detalles ya que no tenían noción precisa de los hechos que tuvieron lugar en la tragedia que aconteció en Bahía del Wuhan. 
          Aquella mañana la única preocupación era tratar de llegar a la Biblioteca Rivadavia en busca de algún indicio del paradero de Natali, que llevaba casi un año desaparecido. La niebla espesaba, y la ciudad parecía una entidad fantasmagórica que rehuía al advenimiento de la vista, pero eso no impidió que Brunet pudiera ver un nomenclador destruido en el costado de un cantero, donde pudo adquirir una referencia de la situación geográfica en la que estaban; el nomenclador decía ''Estomba 1800'' y si la memoria no fallaba tenían por delante un largo camino por recorrer.
          La angustia roía la integridad emocional de Brunet y Marche, no podían entender lo que ocurría, todo estaba vació y derruido, las casas, los jardines, las veredas, los automóviles, la ciudad entera era una manifestación de la ruindad y la destrucción; por las calles podía verse los objetos que antes tenia dueños, y que ahora pertenecen a la historia de la extinción civil; valijas, ropas y otros objetos se vislumbraban a través de puertas abiertas y patios traseros, todo parecía conectado en aquella fauna olvidada que solo prometía lo incierto y desconocido como hálito de supervivencia.
          Calles mas adelante, a lo lejos, escucharon un motor que parecía acercarse y luego alejarse, no sabían si sentir miedo o desconcierto, pero el estupor hizo que se quedaran estupefactos esperando. En ese instante Marche vio en la entrada de una casa y bajo un árbol, un brillo extraño. Acercándose dilucidaron que en el escalón de la entrada a aquella casa había una botella de vino tinto y una suerte de ofrenda sobre un mantel rojo con un delicado pliegue que tenia un símbolo extraño dibujado en tiza sobre el. Decidieron entrar en la casa pero antes de que su iniciativa tuviera éxito, comenzaron a oír nuevamente el sonido de lo que era una motocicleta que se dirigía hacia ellos a una gran velocidad. Huyeron a toda prisa ya que aquel imprevisto amenazaba con su existencia, pero sin mucha suerte porque aquel conductor, persuadido de la presencia de Brunet y Marche, freno y comenzó a hablarles.
          –¡Eh!, acérquense!. ¿Buscan el paradero de Natali verdad?. Yo se donde esta.
          –¿Donde esta? pregunta Brunet con sorpresa por la aparición de aquel sujeto.
          –Fue a ver a Cavernario en las inmediaciones de Tornquist para consultarle sobre alguna cuestión hallada en la biblioteca Ricadavia. Solo ando de paso, me hablo de ustedes, no me costo reconocerlos. Mi nombre es Sgalla, Italo.
          Aquel día continuo, Natali vivía y Sgalla se había unido a su requisa orientando a aquellos aventureros de lo que todavía había en la superficie de vivo.

El Paradero de Natali

          La tragedia había cooptado casi el total de la población en aquella ruinosa ciudad que en el pasado hacían llamar ''Bahía del Wuhan''. Hacia unos meses que habían perdido a Natali en una expedición a la superficie en busca de información y recursos en los devastados edificios de la Biblioteca Rivadavia, y la desesperación empezaban a aumentar ya que las chances de sobrevivir disminuían.
          En un acto de incertidumbre y desesperación, Brunet y Marche toman la iniciativa de ir en busca de Natali frente a las advertencias de Ulloa que se dirigía e ellos con severidad.
          –¡Ustedes están locos!, ¿tiene idea de lo que van a hacer? ¡lo único que van a lograr es que los maten!. ¡Natali cometió un gran error al aventurarse solo a la superficie y lo mas probable es que halla pagado por su insensatez!. ¿Que posibilidades hay de que este vivo?.
          Pero estas advertencias no detuvieron la voluntad de Brunet y Marche, ya que para ellos, ya estaban condenados. La única posibilidad que veían para sobrevivir estaba en la superficie y con suerte poder encontrar algún atisbo sobre el paradero de Natali.

Las Obscuras Camaras

          Brunet mira con desesperación a su alrededor con el afán de encontrar algo para comer en esa inmunda cloaca y lo único que se oye en la obscuridad es el eco de sus suspiros. Emprende camino por las cámaras subterráneas siguiendo su olfato alejándose de la putrefacción y en medio de la obscuridad visualiza la silueta de lo que podría parecerse a una entidad humana. En el medio de los alaridos que esa criatura profanaba al percatarse de su presencia, Brunet emprende la desesperada huida entre medio del chapoteo cloacal perdiéndose en las laberínticas cámaras. Ese día nunca olvidara lo que esta tragedia trajo a su existencia en este contexto al que podría llamarse ''vida''

La Entelequia

          Natali emerge de su refugio en las alcantarillas protegido por un traje improvisado de hiperventilación para protegerse de cualquier entidad patógena que pueda irrumpir en su cuerpo; la tarea del día: dedicarse a explorar los derruidos anaqueles del abandonado edificio de la biblioteca Rivadavia en búsqueda de información relevante (si es posible, intentará capturar alguna pequeña variedad de mamífero, en pos de obtener un espécimen para ser estudiado en las instalaciones subterráneas.