Mauro
Rivas era afamado dermatologo del partido de Torquist, lugar
en el cual desarrollaba sus tratamientos con cremas humectantes.
Susceptible
a las energías misteriosas que
emanaba
aquel lugar, siempre estaba en busca de los indicios que lo
condujeran a la profundización de su terapia medicinal con cremas a
base de hierbas.
Una noche en su casa de campo vio como una especie de neblina multicolor que acaparaba el entorno y en el horizonte vislumbro tres figuras humanoides que se dirigían a él, cubierto sus cuerpos con lo que parecerían ser pieles de animales. Rivas quedo estupefacto contemplando la orquestal nebulosa de colores que rodeaba a aquellos tipos y cuando los tuvo frente a frente uno de ellos se acerco a su oídos y le susurro unas palabras en una extraña lengua que nunca olvidara. Enloqueció instantáneamente y salio corriendo despavorido gritando incongruencias propias de la demencia. El resto de su vida la llevaría retirado en una cueva perdida en las profundidades del monte como un ermitaño.
Una noche en su casa de campo vio como una especie de neblina multicolor que acaparaba el entorno y en el horizonte vislumbro tres figuras humanoides que se dirigían a él, cubierto sus cuerpos con lo que parecerían ser pieles de animales. Rivas quedo estupefacto contemplando la orquestal nebulosa de colores que rodeaba a aquellos tipos y cuando los tuvo frente a frente uno de ellos se acerco a su oídos y le susurro unas palabras en una extraña lengua que nunca olvidara. Enloqueció instantáneamente y salio corriendo despavorido gritando incongruencias propias de la demencia. El resto de su vida la llevaría retirado en una cueva perdida en las profundidades del monte como un ermitaño.